¡Hola Corazón!

Autor: Bernard Fougéres

Últimamente suenas tan ocupado que no hallo forma de conversar contigo. Un psiquiatra me indicó que resultaría mejor evitarte si es que pudiese; eres una mala frecuentación, perversa compañía. Los estetoscopios afirman que no estás latiendo como se debe; andas a la pata coja, renqueando, como si estuvieras a punto de vomitar a tropezones recuerdos de borrachera insatisfecha.

Corazón paticojo, reloj de mala muerte ¿hasta cuándo piensas moler compases de pacotilla? Por una canción te detienes, por una melodía te infartas: no se puede vivir de los recuerdos.

Corazón parlanchín, solapado, tienes malos modales; no aprecio mucho que te desquicies así cuando pongo el oído en mi almohada para conciliar el sueño. Te tumbas, retumbas, rebombas y bramas.

Corazón obstinado de mecanismos trabados, diseminas por doquiera tus múltiples engranajes; vas desarmado, apenas repuesto de tantos repuestos, buscando respuestas. ¿Existe Dios? ¿No será un cuento eso de la resurrección? ¿Existe el tiempo? ¿Estamos de paso? ¿Es el amor aquel ingenuo sueño de meter todo el mar en una botella con un mensaje cualquiera? ¿Reviven en nuestros sueños lo seres amados que ya se fueron?

No eres más que un órgano torácico de forma ovoidea, bomba de sangre impelente, repelente, con tuberías y válvulas. En este caso ¿por qué jodes tanto, acelerando tus latidos por unos pasos en la escalera, el miedo repentino, el beso imprevisto, la presencia perturbadora? No se sabe en qué momento se te ocurrirá detenerte, interrumpir el vals, dar por concluido el concierto. Mientras tanto vas cuscurreando, dentelleando, ratonando el tiempo, mordisqueando cada segundo. Recuerdas el tiovivo donde sigue girando tu infancia mientras, perro famélico, ladras a la luna. Buscas entre estrellas el sueño que nunca termina, planteas las mismas preguntas desde la prehistoria. Los perros también giran y giran para morderse el rabo.

Explícame, corazón, por qué de pronto hay como una mano apretándote, estrangulándote, obligándote a pedir aire? ¿Dónde va toda esta sangre, millones y millones de litros que circulan a diario en tantos cuerpos humanos? ¿Por qué resulta fácil para ciertos apretar un gatillo y desangrar en minutos por minúsculos agujeros, a cualquier ente pensante? ¿Por qué es verde la sangre de las plantas?

Corazón fugitivo, te busco en los ojos de todos los seres que hallo en el camino pero son como rueditas que giran a infinita velocidad y me marean hasta la angustia: ojos azules, verdes, pardos, negros, evocando el mar, el cielo, el café, la noche, el terciopelo, el acero, las avellanas. ¿Será por eso que nos enamoramos, que vamos buceando hasta las últimas consecuencias, desnudando la piel, despertando el alma en cada poro, en cada olor, en cada sonido, acechando aquellas ventanitas de todo color donde baila como corcho el naufragado corazón?

Amar es navegar en las mismas aguas. Brotan de todas partes, llámense lágrimas, sangre, linfa, humores, fluidos, secreciones. A veces las miradas, al cruzarse, emprenden el viaje sin brújula, se tornan esclavas de un sueño mientras el corazón anda al garete, sin timón, sin razón, latiendo con prisa, girando y girando como aquel tiovivo, esta música de organillo donde se deshace la infancia con tanta prisa.

























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