Inglaterra tiene nuevos reyes: The Beatles

Autor: Manolo Bellón

1963 comenzó para The Beatles con una gira, su primera como cabeza de cartel. Hicieron cuatro presentaciones en Escocia, donde fueron anunciados como The Love Me Do Boys (Los chicos de Love Me Do).

En febrero regresaron a Londres a solicitud de George Martin, para grabar su segundo sencillo. Martin insistió en que fuera How Do You Do It, tema al que le veía gran potencial. La canción era administrada por un amigo suyo conocido como Dick James (Richard Leon Vapnick), un cantante que había alcanzado cierto éxito en los años cuarenta y que para finales de los cincuenta ya había empezado a administrar canciones en lugar de interpretarlas. James se haría conocido a finales de los sesenta por manejar los temas de Elton John.

11 de febrero de 1963. The Beatles le insistieron a Martin en que tenían mejores canciones. De nuevo, él les propuso que le mostraran algo. Tocaron Please Please Me, tema que John había escrito unos años antes. La canción, con marcada influencia del blues, no impresionó a Martin. Tras darle unas vueltas al asunto, él sugirió que podría sonar mejor si la tocaban más rápido. La venenosa sencillez y los giros del lenguaje, que serían el sello de las canciones de Lennon, convencieron a Martin, quien decidió lanzarla como cara A del siguiente sencillo. Cuando terminaron la grabación, desde la mesa de control, les dijo con seguridad: “Señores, ¡acaban de grabar su primer número uno!”

Mientras el disco salía al mercado, Epstein mantenía a sus muchachos bien ocupados haciendo conciertos. Fueron teloneros de una intérprete que la juventud adoraba, Helen Shapiro, cuya carrera estaba llegando al ocaso. Fueron días enteros viajando de ciudad en ciudad, por gran parte de Inglaterra, en la camioneta de Aspinall. Epstein tenía claro que los muchachos debían hacer estas giras para promocionarse ante su público.

A finales de febrero, Parlophone lanzó el sencillo al mercado, y casi inmediatamente apareció en los listados de Melody Maker, en un sorprendente puesto 47. Mientras el duro invierno del norte de la isla calaba los huesos de los chicos, quienes ya acusaban el cansancio de la rutina de viajes y conciertos, Please Please Me ascendía, en su segunda semana en listas, al puesto 37, y luego al 21, para llegar al noveno lugar en su cuarta semana. El 2 de marzo de 1963, The Beatles tocaron el cielo al alcanzar su primer número uno en las listas de Inglaterra.

Esa misma semana, The Beatles regresaron a los estudios de EMI en Abbey Road para grabar un larga duración: ahora que tenían dos éxitos en listas, era necesario. Tocaron temas originales, canciones de otros artistas que les gustaban y algunas de las que interpretaban en sus presentaciones. Cuenta la leyenda que cuando faltaban apenas quince minutos para que se acabara el tiempo de estudio asignado, Martin y los muchachos decidieron grabar una canción más, para completar un disco de catorce temas. En forma espontánea tocaron una canción que tenía gran éxito en sus presentaciones, Twist and Shout, original del grupo estadounidense The Isley Brothers.

Después de terminar el disco, las presentaciones continuaron. Ahora, The Beatles eran parte de un grupo de artistas de Liverpool manejados por Epstein. Cuando estaban disponibles, se presentaban juntos. Billy J. Kramer & The Dakotas, The Big Three y Gerry and The Pacemakers tocaron con The Beatles en esta época.

El 9 de marzo iniciaron una gira abriendo los conciertos de los ídolos americanos Tommy Roe y Chris Montez. Antes de terminar las veintiún fechas ya encabezaban el cartel, y su popularidad crecía a una velocidad increíble.

Mientras todo esto pasaba, Cynthia Powell-Lennon vivía en la soledad de la casa de Tía Mimi, viendo a distancia, con una mezcla de orgullo y asombro, la meteórica carrera de su marido. Nunca pensó que lograría tanta fama, ni que sería tan rápido. Experimentaba cierta desazón, porque no podía compartir plenamente el éxito de su esposo. John iba a visitarla cada vez que sus compromisos se lo permitían. Jamás trató de evadir su responsabilidad como esposo y futuro padre, pero la ascendente carrera de The Beatles lo obligaba a estar lejos de Liverpool con mayor frecuencia y por periodos cada vez más largos. Cynthia trataba de llevar una vida tan normal como le era posible, guardando el secreto de su matrimonio y su embarazo. Un sábado de abril, mientras estaba de compras en el distrito de Penny Lane, comenzaron los dolores de parto. Regresó a casa y por la noche una ambulancia la llevó al Sefton General Hospital, donde durante dos días, en absoluta soledad, estuvo en trabajo de parto.

El lunes 8 de abril de 1963, en las horas de la mañana, dio a luz a un niño, al que John le pondría por nombre Julian, en homenaje a su mamá. Ni siquiera el personal de la clínica sabía que la paciente era la esposa de John Lennon. Epstein había separado para ella una habitación privada bajo el nombre de Cynthia Powell. Cuando el bebé nació, John estaba de gira. Brian lo llamó inmediatamente, le dio la noticia y le pasó a su esposa el teléfono. Ella le dijo que estaba feliz, pues el niño se parecía mucho a él.

Pasó una semana antes de que John pudiera conocer a su primogénito. Llegó a la clínica con gafas oscuras, un bigote falso y un inmenso sombrero. Pero la habitación tenía un ventanal que daba al salón general, y de esta forma fue identificado. La visita se echó a perder. Antes de que alguien pudiera hacer cualquier asociación entre el recién nacido y John, él le dio instrucciones apresuradas a Cynthia. En primer lugar, Epstein sería el padrino de bautismo del niño. En segundo lugar, una vez terminada la gira del grupo, John se iría de vacaciones con su representante. Por último, tan pronto tuviera un momento, compraría una casa e instalaría a Cynthia y al niño en unas condiciones más adecuadas. Dicho esto, salió corriendo de la clínica.

Cynthia estaba frustrada. Apenas alcanzó a compartir unos minutos tranquilos con el padre de esa pequeña vida que tenía en sus brazos, cuando ya se había marchado, y no en los mejores términos. Cuando le reclamó por su escaso interés en el bebé y el poco tiempo que pasaba con ellos, John la acusó de ser egoísta: ¿acaso no comprendía que después de meses de duro trabajo, por fin él tenía la oportunidad de tomarse unas vacaciones? Cynthia desconfiaba: su esposo se iría de paseo con un homosexual reconocido. De todas formas John se marchó y Cynthia volvió a la soledad, su gran compañera durante los años venideros.

En Liverpool, las familias de apellido Lennon, Harrison, McCartney y Starkey estaban al borde de la desesperación. Sus teléfonos sonaban todo el día y toda la noche: periodistas y fanáticos enloquecidos llamaban para averiguar si ese era el lugar de residencia de alguno de los Beatles. Con el paso de los días la situación se hacía más complicada, y los poseedores de esos nombres —famosos de un día para otro— comenzaban a perder los estribos.

Un periodista que se llamaba George Harrison recibió centenares de cartas dirigidas simplemente a George Harrison, Liverpool. Casi todas le pedían un mechón de pelo, señal de la creciente locura que provocaban The Beatles. En una de sus columnas, el periodista escribió sobre su homónimo y los compañeros de este, a propósito de la presentación del grupo en el programa de televisión Thank Your Lucky Stars y el éxito de su sencillo Please Please Me. Allí se preguntaba si la fama de los muchachos sería duradera, o si en seis meses estarían nuevamente en el anonimato. Esta pregunta habría de responderla la historia. Con la avalancha de cartas que empezó a recibir, Harrison se convirtió en fanático de la banda.

El 16 de abril, The Beatles debutaron en la televisión nacional británica, en el programa The 625 Show, de la BBC. El público y la crítica estaban de acuerdo en que “visual y musicalmente era el grupo más emocionante y completo que surgía en la escena desde The Shadows” (el grupo de Cliff Richard).

La canción Please Please Me fue sucedida en el primer lugar de las listas por Summer Holiday, del gran ídolo inglés Cliff Richard. Este a su vez cedió la posición a How Do You Do It, de Gerry and The Pacemakers. Esto confirmaba la intuición de George Martin respecto al gran potencial de la canción. Gerry y su grupo —representados también por Epstein, quien los uniformó, como lo había hecho con The Beatles— a la postre tuvieron un éxito efímero, pero cuando Epstein anunció que manejaría otro artista, el alboroto en el puerto fue grande: el hombre que había hecho a The Beatles iba a repetir con otros hijos de la tierra. En una rápida sucesión de contratos, Epstein firmó a Johnny Quickly, Billy J. Kramer and The Dakotas, The Big Three, The Fourmost y Cilla White. Estos artistas tuvieron éxitos pasajeros —algunos producidos por George Martin— y pasaron al olvido.

El 4 de mayo del mismo año el siguiente sencillo de The Beatles, From Me to You, inspirado en una columna de cartas del lector del New Musical Express, que llevaba por nombre “From Us to You”, (De nosotros para ustedes) se convirtió en su segundo número uno en las listas inglesas. Si se considera que Please Please Me fue primero en tres de los cuatro listados ingleses y From Me to You en los cuatro, se puede decir que con este tema comenzó una racha de éxitos no superada por ningún otro artista. The Beatles tuvieron once primeros lugares consecutivos en las listas inglesas. From Me to You vendió seiscientas cincuenta mil copias y estuvo en el tope de las listas durante siete semanas.

Estos jóvenes despertaban una adoración sin precedentes. Para la muestra, un botón: en Hanley, tres chicas fueron detenidas después de trepar por una escalera metálica más de treinta metros para llegar a la ventana de su camerino en el Gaumont Cinema. Fueron liberadas sin que se levantaran cargos, pero se negaron a irse hasta obtener el autógrafo de sus ídolos.

A medida que crecían los desórdenes y la histeria en torno a The Beatles, Epstein contrataba más personal. Así llegó Malcolm Mal Evans, el encargado de la seguridad en The Cavern, para formar parte del grupo de apoyo al lado de Aspinall. Ellos eran los encargados de manejar la logística de escenarios, movilizar los equipos y, por supuesto, proteger a las estrellas.

El 18 de mayo de 1963, The Beatles iniciaron su tercera gira británica. Eran segundos en el cartel, por debajo de la estrella norteamericana Roy Orbison y por encima de Gerry and The Pacemakers. Muy pronto los papeles cambiaron: la reacción del público fue tan favorable a The Beatles que encabezaron la gira durante buena parte de las veintiún fechas.

Esta gira marcó el comienzo de varias cosas. La periodista Maureen Cleaves del Evening Standard –ahora la gran prensa se interesaba en los muchachos de Liverpool– hablaba de lo divertidos y humorísticos que eran The Beatles, y los comparaba con los Hermanos Marx. Por primera vez las entradas a sus conciertos aparecieron en el mercado negro. En alguna entrevista George Harrison dijo inocentemente que le gustaban ciertos dulces blandos conocidos como jelly babies. Durante la gira, las fanáticas tiraban cientos de estos dulces al escenario. En los hoteles, en sus vehículos, donde quiera que iban, cientos y cientos de jelly babies les caían de todas partes.

Terminada la gira, The Beatles se tomaron unas vacaciones. Paul, George y Ringo viajaron a las islas Canarias, donde el padre de su amigo alemán Klaus Voorman les prestó su casa de recreo. Se cuenta que Paul casi muere ahogado al alejarse de la playa y ser arrastrado por las olas. Luego regresaron a Liverpool, renovados y convertidos en músicos profesionales; ya no necesitaban otros trabajos para sobrevivir.

Por su parte, John había aceptado la invitación de su representante para ir a Barcelona. Epstein tenía en mente la conquista, pero pese a los rumores de tantos años, no hay ninguna indicación de que el coqueteo haya surtido efecto. Lo intentó, sin duda, pero al final se conformó con saber que el hombre al que amaba era simplemente un buen amigo que no lo juzgaba. Era la primera vez que Eppy, como le decía John, podía hablar abierta y francamente sobre su condición de homosexual. Para él este viaje fue una experiencia de liberación, pero también de frustración, pues tenía a John más cerca que nunca, pero más lejos de lo que habría querido. Las personas cercanas –Cynthia, la familia de Brian, los empleados de NEMS– estaban preocupadas por lo que pudiera pasar.

El 4 de junio comenzó la primera de una serie de programas en la BBC de Londres titulada Pop Go Beatles. Esto cambió repentinamente la vida de Cynthia. La casa de Tía Mimi fue sitiada por fotógrafos, cazadores de autógrafos y fanáticos en general. Si en los últimos meses el matrimonio había pasado por momentos difíciles, ahora la situación era peor. Cuando tenía que salir, la joven debía disfrazarse y escapar por la puerta de atrás con Julian. En alguna oportunidad fue detenida por una fanática que la acusó de tener un hijo ilegítimo de John; sin mediar palabra la multitud allí presente intentó atacar a la esposa del Beatle.

Para agravar la situación, Tía Mimi y Cynthia no se querían. Las peleas entre ellas eran continuas. Las relaciones se deterioraron aún más cuando la madre de la chica decidió regresar a Liverpool para vivir con su hija y atender a su nieto. En los siguientes seis meses, John sólo se dejó ver unas cuantas noches, entrando subrepticiamente y desapareciendo antes del amanecer. La casa que le había prometido a su esposa demoraría en llegar.

Por su parte, Ringo tenía un romance con una fanática de The Cavern, Maureen Cox, aspirante a estilista que iba al club al mediodía. La música del grupo le gustaba, y también le gustaba el baterista. En una oportunidad, azuzada por una amiga que la retó a besar a Paul en la boca, subió al escenario después de un concierto y, en efecto, le estampó un beso. Aunque ganó la apuesta se sintió mal, pues realmente quería besar a Ringo. Para arreglar las cosas, también a él le estampó un beso.

De los cuatro, Ringo era tal vez el más impactado por la repentina fama; aunque parecía extrovertido, en el fondo era bastante tímido. La menuda rubia, a la que había visto en varios conciertos, le había llamado la atención. Finalmente un día fueron presentados y Ringo le preguntó si pensaba asistir al concierto de la noche. Los grandes ojos negros de Maureen brillaron mientras respondía que sí. La invitó a bailar, pero había un inconveniente: ella sólo tenía diecisiéis años y debía regresar a casa a medianoche; el grupo terminaba de tocar a las once de la noche. Acordaron entonces verse por la tarde, cuando Maureen saliera de turno.

La química entre los dos fue inmediata. El sencillo y poco educado Ringo halló en la vivaz Maureen una mujer alegre y descomplicada. Para ella, que había sido seguidora del baterista desde las épocas de The Hurricanes, era increíble que algo así estuviera sucediendo. Pero al igual que Cynthia, se sentía frustrada porque no podía estar con él tanto como hubiera querido. Fueron seis meses de continuas giras que ocasionalmente les dejaban una hora libre para verse, después de la presentación del grupo y antes de que ella tuviera que volver a casa.

Maureen no volvió a salir con otros chicos, y aparentemente Ringo tampoco volvió a salir con otras chicas. Ella estaba enamorada pero intentaba no soñar con el matrimonio; sabía que eso para un Beatle era imposible, inconcebible. Sin embargo, albergaba la ilusión de que tal vez cuando tuviera dieciocho años podrían estar juntos...

El 18 de junio de 1963, Paul cumplió veintiún años. Se reunieron para celebrarlo con algunos amigos y dos grupos: The Fourmost y Scaffold. Este último, que apenas comenzaba a surgir, contaba en sus filas a Michael McGear, antes conocido como Michael McCartney. Aunque seguía en el negocio de la peluquería, cada vez que hacía una incursión en el arte adoptaba el nombre de McGear, para que no se dijera que se aprovechaba de la fama de su hermano. La fiesta no podía hacerse en casa de Paul porque los fanáticos no los habrían dejado tranquilos. La hicieron donde la tía Ginny, una de las hermanas de Jim McCartney que los había apoyado tras la muerte de la madre de Paul.

En medio de los tragos, Bob Wooley, el disc jockey que había presentado a The Beatles en The Cavern y The Casbah, le preguntó a John si los rumores acerca de sus vacaciones en España con Brian Epstein eran ciertos. Enfurecido, John la emprendió contra Wooley y le dio una impresionante paliza, fracturándole tres costillas. El DJ demandó a John y Epstein tuvo que intervenir; no le convenía que saliera a la luz pública la demanda, y mucho menos el asunto de las vacaciones. Mandó a su abogado Makin a negociar con el ofendido y arreglaron el problema por doscientas libras, una suma considerable para la época y para Liverpool. Fue la última pelea de John, pues se sintió muy mal y juró que no volvería a atacar a nadie físicamente.

Entre tanto, Brian Epstein seguía preocupado por otros asuntos. Pese a los éxitos de The Beatles en las listas de popularidad, Londres no parecía interesarse en ellos. Ocasionalmente aparecía en la gran prensa de la calle Fleet alguna nota sobre el exitoso grupo del norte, pero nada más. Epstein pensaba que esto se debía a un boicot de los hermanos Grade, Lew —dueño de la productora de televisión independiente más grande de Inglaterra— y Leslie. Ellos querían ser los representantes del grupo. Ofrecieron a Epstein manejarlos por un diez por ciento del producido. Él solamente tendría que rebajar su participación a quince por ciento, y todos tan contentos. Pero a Epstein no le sonó muy bien el asunto. Ganaba bastante dinero con The Beatles y estaba manejando otros artistas, a los cuales ponía como teloneros: así ganaba por todos los frentes.

Aunque entendía que la asociación podría beneficiar a The Beatles, su representante prefirió negarse y sufrir la “censura” de Londres. Confiaba en que la fuerza del grupo era de tal dimensión que podría sobrepasar los intentos de bloqueo de los hermanos Grade y obligar a Londres a volver los ojos hacia ellos.

En agosto fue lanzada en Liverpool la revista Beatles Monthly, que se publicó hasta diciembre de 1969 y en su mejor momento alcanzó una circulación de trescientos cincuenta mil ejemplares. El 10 de septiembre, The Beatles recibieron en un almuerzo en el Hotel Savoy, en la recalcitrante Londres, el galardón como mejor grupo vocal del año del Variety Club of Great Britain. El 14 de septiembre, como una bomba de la Luftwaffe veintitrés años atrás, cayó sobre Londres y el resto de Inglaterra su nuevo sencillo, con la composición de Lennon y McCartney She Loves You: un ataque masivo de recias guitarras y las voces de John y Paul azotando los oídos con su “She loves you, yeah, yeah, yeah…”. Hubo pedidos anticipados de trescientas diez mil copias y las ventas llegaron al millón seiscientas mil, arrasando todas las marcas en la música británica. Fue el sencillo más vendido de la historia en Gran Bretaña, récord que sostuvo hasta 1977, cuando Paul, como solista, lanzó Mull of Kyntyre.

She Loves You fue un clásico instantáneo, un himno cuyos ecos llegaron hasta los confines mismos de la Tierra. Pocos fueron los rincones del mundo que no cayeron rendidos ante la avalancha de sonidos excitantes que producían estos cuatro jóvenes de Liverpool. Era algo irresistible, algo que la juventud podía entender, asimilar, cantar con rabia y con alegría, a todo pulmón. Era el adiós final a los ritmos inanes de música bailable: el twist, el hully gully, el pony time, el mashed potato y otras modas pasajeras. Con esta canción de The Beatles quedó condenada esa primera generación de artistas con caras bonitas y voces bellas, sin mayor talento que el de interpretar dulzonas canciones de amor, que la industria fonográfica había creado a finales de los años cincuenta.

Con este sencillo, el genio de George Martin logró compilar en dos minutos y dieciocho segundos lo mejor de todas las grabaciones anteriores de The Beatles: las espléndidas rimas, una letra venenosamente sencilla, con alegría y tristeza a la vez, y ganchos musicales casi en cada nota. She Loves You se convirtió en la marca registrada de The Beatles.

Así comenzaba una nueva era. La beatlemanía había llegado finalmente a toda Inglaterra. Ya nada sería igual. Cuando el padre de Paul oyó la canción le rogó a su hijo cambiar el espantoso “yeah, yeah, yeah” por el gramaticalmente correcto “yes, yes, yes”. Pero había nacido un mundo nuevo en la música, un nuevo lenguaje: el inglés de Shakespeare debía dar un paso al costado para abrirle camino al idioma de los jóvenes.

Apenas tres semanas más tarde, el 4 de octubre, el éxito de la canción llevó a The Beatles a debutar en el popular programa de la nueva cadena independiente de televisión ITV, Ready, Steady, Go!, doblando tres canciones. El mismo día, el nueve de la BBC emitió su documental The Mersey Sound, que relataba el fenómeno musical en el puerto de Liverpool y el norte de Inglaterra.

En Londres, los hermanos Grade fueron ahogados por centenares de cartas en las cuales les pedían que presentaran a The Beatles en Sunday Night at the Palladium. Los empresarios tuvieron que agachar la cabeza y llamar a Brian Epstein, quien esta vez las iba a ganar todas. Aceptó la invitación, pero exigió que sus muchachos fueran cabeza de cartel. Los Grade no pudieron sino aceptar sus condiciones.

El domingo 13 de octubre por la noche, quince millones de televidentes vieron el programa, una cifra inaudita para 1963. El día de la presentación la calle Argyle, donde queda el teatro Palladium, se colmó de aficionados que esperaban a The Beatles. Era cuestión de tiempo para que los noticieros de televisión y los periódicos se percataran de lo que sucedía. Al día siguiente, según un periodista de la época, entre quinientos y varios miles de aficionados estaban en la calle esperando la limosina que transportaba al grupo. Los titulares destacaron la presentación. Ahora sí, sin ayuda de ninguno de los grandes empresarios citadinos, los artistas de aquella atrasada y lejana ciudad de Liverpool —muy distinta de la sofisticada capital inglesa–conquistaban a la prensa capitalina. Los titulares hablaron por primera vez de la beatlemanía.

El 16 también hubo titulares para The Beatles en la prensa londinense. El socio de los hermanos Grade, Bernard Delfont, anunciaba que el grupo actuaría el 5 de noviembre en una presentación de orden real (Royal Command Performance), con la asistencia de la Reina Madre y la princesa Margarita.

La prensa cayó masivamente sobre los jóvenes. Un enjambre de fotógrafos y periodistas los siguió a los hoteles, a los estudios de grabación donde el 17 de octubre grabaron su primer disco de Navidad, y al aeropuerto cuando partieron a su primera gira por Suecia. De repente The Beatles tenían que aprender a esquivar no sólo a sus fanáticos, sino también los inquisitivos lentes de la prensa.

El viaje a Suecia fue la primera salida internacional de The Beatles después de las visitas a Hamburgo, que ya parecían tan lejanas. El 25 de octubre hicieron la primera de sus presentaciones en Estocolmo. Cantaron I Saw Her Standing There; From Me to You; Money (That’s What I Want), canción de rhythm and blues compuesta e interpretada por Barret Strong en 1960; y You Really Got a Hold on Me, de otro monstruo de la Motown, “Smokey” Robinson y su grupo The Miracles (1962). Cerraron con el clásico de la leyenda del rock and roll Chuck Berry, Roll over Beethoven (1956). Las tres últimas canciones de este concierto harían parte de su siguiente disco. El viaje fue todo un éxito, con veinticinco minutos en el canal nacional de televisión.

Regresaron a Londres y se encontraron con un aeropuerto lleno de público. De pronto, por primera vez, The Beatles empezaban a percibir el impacto que tenían en el público inglés. Los muchachos y Epstein quedaron desconcertados por la locura que generaban. Estaban aterrorizados con la presentación ante la realeza, que tendría lugar el 4 de noviembre en el teatro Príncipe de Gales. Esta fue grabada y emitida el siguiente domingo 10 de noviembre por televisión y, para quienes no tenían acceso a la caja de sueños, transmitida por la radio. La sintonía alcanzó el cuarenta por ciento del total de televidentes, unos doscientos sesenta mil.

En su presentación ante la Reina Madre, The Beatles cantaron estas canciones: She Loves You –por supuesto–, Till There Was You y Twist and Shout. Till There Was You era el tema de un musical de Broadway, The Music Man, que The Beatles habían conocido en la interpretación de Peggy Lee. Paul presentó la canción diciendo que era de “nuestro grupo americano preferido, Sophie Tucker”. Estos toques de humor daban un ambiente muy agradable a sus presentaciones. Luego, John presentó Twist and Shout con estas palabras: “Para nuestro último número quiero pedir su ayuda. Los de las localidades baratas, acompañen con las palmas. Y los demás simplemente sacudan sus joyas”. Como quedó consignado en el volumen 1 de la Antología, la carcajada del público no sólo vino de las localidades baratas. The Beatles conquistaban a todos por igual. La Reina Madre, después de la presentación, dejó en claro que había captado la broma de John. Les preguntó dónde sería su siguiente función y cuando le respondieron que en Slough, un centro industrial de Berkshire, en el occidente del área metropolitana de Londres, comentó: “¡Ah, cerca de nuestra casa!”

Al día siguiente, los titulares de prensa destacaron la salida de John. El Daily Express escribió: “The Beatles sacuden a la realeza”. El más diciente titular fue el del Daily Mirror, que consignó a todo lo ancho de la página: “¡Beatlemanía!” En página editorial, bajo el título “Yeah, Yeah, Yeah!”, el diario decía: “Hay que ser un completo amargado para no adorar a los locos, ruidosos, felices y buen mozos Beatles. Si ellos no arrasan con sus tristezas, hermano, usted es una causa perdida. Si no le ponen ritmo a sus pies, hermana, usted no está escuchando”.

También había titulares no tan agradables. Las peleas por conseguir boletas para los conciertos y los desórdenes en los alrededores de los escenarios donde se presentaban y los hoteles donde se hospedaban eran reseñados y explotados por algunos medios. Otros asumían una postura crítica, como The Daily Telegraph. Este periódico afirmaba que la histeria masiva que despertaban The Beatles era una forma de llenar cabezas vacías, como lo que había hecho Hitler con la juventud en Alemania. En una asamblea de jerarcas de la Iglesia de Inglaterra, un obispo se refirió a ellos como un grupo “sicopatético”, y afirmó que con las ganancias que obtenían en una semana se podría construir una catedral en África. Otro diario contrató a un psicólogo —algo que se volvería común en los años siguientes—, quien afirmó que The Beatles “aliviaban una necesidad sexual” en los jóvenes. Algunos médicos declararon que las adolescentes tenían orgasmos en sus conciertos.

El 14 de noviembre, en un concierto en Plymouth, las autoridades tuvieron que sacar los vehículos lanza-agua para disolver una manifestación de fanáticas histéricas. Algunos días antes, los jóvenes habían tenido que escapar disfrazados de policías después de un concierto en Birmingham. El 17 de noviembre fueron noticia cuando John Weightman, rector del colegio de primaria Clark en Guildford, Surrey, anunció que los estudiantes que usaran el corte de pelo caracteristico de The Beatles serían devueltos a sus casas. “Ese ridículo estilo saca lo peor de cada joven físicamente. Los hace lucir como tarados”, dijo. Pero la moda crecía, igual que la venta de los sacos sin cuello.

El 21 del mismo mes, uno de los miembros de la Cámara de los Comunes solicitó al secretario que ordenara a la Policía suspender la protección a The Beatles en Londres. No entendía que se distrajera a los bobbies de su labor de protección de la ciudadanía por unos músicos que, si necesitaban custodia, podían contratarla.

Al otro lado del Atlántico, los estadounidenses permanecían completamente ignorantes de lo que ocurría en la música de Gran Bretaña. En medio del luto causado por el asesinato del presidente, la música atravesaba por uno de sus momentos menos emocionantes. Tenían éxito artistas insulsos, como los dúos de Paul and Paula y Dale and Grace, con su imagen de perfección; Bobby Vinton, Bobby Vee, Tommy Roe y Steve Lawrence, entre otros. Había grupos como The Four Seasons, Peter, Paul and Mary y The Beach Boys, pero en general, eran artistas poco trascendentales, de canciones desechables.

El 30 de noviembre apareció en Inglaterra un nuevo tema de The Beatles, I Want to Hold your Hand. Su segundo álbum, With The Beatles, tuvo pedidos anticipados de doscientas setenta mil copias y desplazó de la primera posición a su anterior disco, Please Please Me (el tenedor previo del récord era el disco Blue Hawaii, de Elvis Presley, con cincuenta mil copias). Con estos dos álbumes, The Beatles ocuparon el primer lugar en listas inglesas durante cincuenta y un semanas, entre mayo de 1963 y mayo de 1964. With The Beatles fue el primer álbum en la historia de Inglaterra en superar el millón de copias vendidas.

El 14 de diciembre I Want to Hold your Hand ascendió al primer lugar, reemplazando a She Loves You. Era la primera vez que dos canciones del mismo artista se sucedían en el tope de las listas inglesas (en 1981 John Lennon repitió la hazaña). En total, se vendieron un millón y medio de copias en Inglaterra, y más de quince millones en el mundo.

El álbum With The Beatles tiene una carátula novedosa y revolucionaria. Muestra a John, Paul, George y Ringo en una escueta foto en blanco y negro con las caras y los hombros iluminados de costado, dejando la mitad en sombras. Este concepto gráfico, muy utilizado en los años sesenta, fue herencia de Astrid Kirscherr. La foto es de Robert Freeman, un vecino y amigo de John, que la tomó en una habitación con un papel negro de fondo. Marcó el comienzo de la intervención de los muchachos en el diseño y el arte gráfico de las carátulas de sus discos. Ese famoso álbum fue lanzado en Colombia con el desastroso título de “Las escobas que cantan”. ¡Qué vergüenza!

With The Beatles generó toda clase de reacciones en la gran prensa inglesa, que había abierto los ojos a ese fenómeno musical. Hubo entrevistas en el Daily Mirror, comentarios sobre la decadencia del Imperio británico, artículos en los que se decía que esos muchachos de Liverpool estaban enriqueciendo la lengua inglesa con exóticas expresiones del puerto, y otros que afirmaban que ese dialecto no podía considerarse como el noble y tradicional idioma de la reina. El Observer publicó una foto de una antigua diosa de la fertilidad con una forma que recordaba la de una guitarra. El texto decía: “La potencia de la guitarra como símbolo sexual se remonta a 4.800 años antes de la era de The Beatles”.

En diciembre de 1963 se anunció la firma de un acuerdo entre The Beatles, United Artists y los productores Walter Shenson y George Ornstein, para que los muchachos protagonizaran una película. En Estados Unidos, todo cantante exitoso que se respetara protagonizaba películas. Así lo habían hecho Elvis Presley, quien prácticamente enterró su carrera como cantante bajo montañas de celuloide, Frankie Avalon, Fabian, Connie Francis y muchos más. Eran grandes éxitos de taquilla. ¿Por qué no aprovechar la creciente popularidad de The Beatles para lo mismo?

A finales del año, Epstein trasladó su oficina a Londres, donde podía mantenerse en contacto permanente con todo el mundo. La legión de asistentes y secretarias que trabajaban para él cada vez crecía más. The Beatles y sus otros representados –muchos de los cuales tenían canciones pegadas en listas– requerían de una organización eficiente para supervisar cada detalle de sus carreras. Todos tenían asistentes que se encargaban de sus asuntos, a excepción de The Beatles: ellos seguían siendo responsabilidad exclusiva de Brian Epstein.

Los clubes de fans crecían a gran velocidad; para finales de 1963, había ochenta mil miembros inscritos, en contraste con los cerca de dos mil del año anterior, y no se contaba con la capacidad administrativa necesaria para inscribir a los miles que hacían fila.

Hubo más presentaciones en concierto y en televisión, confirmando que el gran boom musical del momento en Inglaterra tenía nombre propio. Uno de los críticos de música más respetados y serios, William Mann, del Times de Londres, sentenció en su balance anual que Lennon y McCartney eran los compositores más destacados del Reino Unido. En su análisis empleó expresiones como “racimos pandiatónicos” y “cambios de tonos submediantes”. En el Sunday Times, Richard Buckles señaló que Lennon y McCartney eran los compositores más grandes desde Beethoven.

Terminaba un año increíble para Brian Epstein, para George Martin, para cada uno de los Beatles, para Liverpool y para Gran Bretaña. Durante treinta y siete de las cincuenta y dos semanas del año, una canción producida por Martin había ocupado el primer lugar de las listas, un récord difícil de igualar. Una de las canciones más populares en la radio era All I Want for Christmas Is a Beatle (Todo lo que quiero para Navidad es un Beatle), de la desconocida cantante Dora Bryan. Según el New Musical Express, The Beatles era el grupo vocal más popular, con 14.666 votos, seguido por los Everly Brothers, de Estados Unidos, con 3.232 votos. En la sección de artistas británicos, The Beatles arrasaron con 18.623 votos, frente a los 2.169 de The Searchers. Los dos sencillos más vendidos de Gran Bretaña fueron She Loves You, con 1.300.000 copias, y I Want to Hold your Hand, con 1.250.000. Cliff Richard, con su éxito Bachelor Boy, ocupaba el tercer lugar, pero no alcanzaba ni el millón de copias vendidas.

El mundo dormía plácidamente en su letargo, sin saber que el fenómeno musical que se había fraguado en medio de la deprimida economía inglesa iba a destruir todos los parámetros de lo conocido apenas tres meses más tarde. Estados Unidos y el resto de Europa tenían en el primer lugar de sus listas a la hermana Luc-Gabrielle Souer Sourire (conocida en América Latina como Hermana Sonrisa, y en Estados Unidos como The Singing Nun), quien cantaba ese inefable Dominique. 1964 sería diferente: el mundo cambiaría para siempre.

Extraído del libro “The Beatles: La historia” de Manolo Bellón.












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